Luego de ver muchas transmisiones en vivo de liturgias en las últimas semanas, he podido comprender que la liturgia, celebrada de acuerdo con las normas del Concilio Vaticano II, no funciona tan bien cuando es algo que sólo se ve. Mis observaciones apuntan a afirmar que el rito antiguo, conocido como la Forma Extraordinaria, funciona mejor en la mayoría de las situaciones de transmisión en vivo. Ciertamente, si profundizáramos en las razones o el porqué de esas diferencias, podríamos además hablar de cómo las dos liturgias son diferentes, en términos de ceremonia, eclesiología e incluso en términos de teología litúrgica.
Pero en esta reflexión mi observación se reduce a lo siguiente:
La liturgia necesita a la gente tanto como la gente necesita de la liturgia.
El concepto de tener un solo libro para la Misa, que luego se convertiría en lo que hoy conocemos como el Misal Romano, se desarrolló casi por accidente, ante la necesidad de los sacerdotes itinerantes que iban a tierras de misión. Ante la imposibilidad de llevar consigo los múltiples libros litúrgicos individuales (para lectores, diáconos, sacerdotes, cantores, etc.) se hizo necesario un recurso único, un solo libro que permitiera a los sacerdotes celebrar la Eucaristía en lugares remotos, aún existiendo pocos cristianos en el área que pudieran cumplir con los múltiples roles litúrgicos. Esta situación desarrolló luego una teología según la cual la liturgia no ‘necesitaba’ de la gente y que, por el contrario, evitaba incluirla, lo cual con el tiempo hizo que se percibiera la liturgia como algo demasiado sagrado y diferente. En el fondo esto afectó la visión de la Iglesia y de la liturgia, hasta el punto de que las celebraciones sólo requerían de la participación unitaria del sacerdote, lo que hoy se conoce como Misa Mayor o Misa Solemne. Esta teología llevó a la noción de que sólo aquellos en estado clerical podían llenar los roles litúrgicos.
Por eso, en cierto modo me hace muy feliz percibir que la forma actual de la liturgia no se adapta naturalmente a la transmisión en vivo de la Misa, mientras no tenemos la posibilidad de reunirnos como comunidad. Eso refleja exactamente las reformas del Concilio Vaticano II, por las que la liturgia fue ‘re-diseñada’ para hacer de la participación de los fieles una parte indispensable de la celebración. Así es y además pienso que está bien. La Misa celebrada sin gente, y a menudo sin participación de la mujer, aparece como forzada, extraña e incompleta. Por el momento es lo que debemos hacer, pero no podrá nunca ser el reemplazo de las vibrantes celebraciones dominicales o del ejército de ministerios litúrgicos, aquellos que sirven desde la hospitalidad, pasando por los acomodadores y ujieres, hasta ministros de música, lectores, diáconos y sacerdotes, ministros extraordinarios de la Eucaristía, además de los catequistas que forman niños, candidatos y catecúmenos de RICA. Gracias a Dios por todos ellos.
Y además está la gente, la asamblea. Percibimos la maravillosa contribución que hacemos a la liturgia, hoy aún con mayor claridad que antes. En cada celebración en vivo que he visto, el Cardenal Dolan, de Nueva York, expresa cuánto extraña al Pueblo de Dios, de forma personal y muy sentida. Ver liturgias en iglesias vacías realmente nos lleva a ese tipo de reflexión y nostalgia sentimental. Algunos de los mejores trabajos que se realizan en la transmisión en vivo funcionan para contrarrestar esta ausencia. Por ejemplo, disfruté mucho de la transmisión en vivo de la parroquia de Santa Mónica en Santa Mónica, California. Observé la Vigilia Pascual el pasado abril, en la que fue fascinante ver a los Lectores leyendo desde sus casas y a los ministros de música cantando juntos desde sus diversas casas, transmitiendo en vivo desde sus hogares al edificio de la iglesia. Fue fascinante.
Aunque la forma en que aprendimos esta lección no era algo que necesariamente esperábamos, es una lección importante que necesitamos compartir:
Por mucho que la liturgia nos haga quienes somos, nosotros también hacemos la liturgia, y la liturgia nos necesita.
Que podamos nuevamente hacer esa contribución y pronto.