El padre Horacio Camarena fue un gran maestro para mí. Sus clases de filosofía eran muy buenas y cuando escribía poesía, lo hacía muy bien. Una de sus frases, respecto al Apocalipsis, con referencia a María, decía: “Dentro de ti, ya amaneció”.
En el vientre de María, como en el de cualquier mujer, amanece Dios con la vida que se engendra. El texto bíblico no hace referencia alguna al esposo de la mujer embarazada, es que, para Dios, toda vida es bendita, no hay vida sana y enferma, o hijos legítimos o ilegítimos. Para Dios hay hijos y punto.
Nuestra cultura, a pesar de todo su machismo, tiene en alta estima a la mujer madre. La mamá es sagrada y nadie la ofende. La mamá merece el cielo, sin importar cómo nos haya traído al mundo o los errores que haya cometido. Si nuestra madre sufrió por nosotros lo indecible, nosotros haremos lo mismo por ella. Amor con amor se paga. Si mamá no tuvo lo necesario en esta vida, pues pedimos a Dios que le conceda el cielo en la otra, porque era “una jefecita linda”. La mamá no sólo nos habló de Dios con sus palabras, sino que también lo hizo con su vida, sus veladoras, sus altares, sus novenas, sus rosarios, sus bendiciones, sus caricias. Mamá, por el sólo hecho de habernos traído al mundo, merece ir al cielo.
María e Isabel son dos mujeres de fe, valientes, decididas y con un amor de madre extremo. Isabel, ya en su vejez, engendra a Juan Bautista. Asume el riesgo de ser madre y lo hace muy bien, porque sabe que Dios no la dejará sola. María, que también lleva un niño en su vientre, sabe a quién recurrir para evitar que una cultura machista y ciega al valor de la maternidad, le echara en cara que estaba embarazada aun sin casarse con José. ¡Qué maravilloso encuentro de dos grandes madres!
María, madre de Jesús y madre nuestra, fue llevada al cielo. La tradición oriental cuenta que no murió, sino que simplemente “se durmió”. La Iglesia declaró que María fue llevada en cuerpo y alma al cielo. Esto nos garantiza la resurrección y un lugar en la plenitud del reino de Dios. María, como la primera discípula que encarnó en su vida y en su vientre a Dios, es la primera en gozar la plenitud del reino y en ser coronada con las estrellas, porque dentro de ella ya amaneció y en su gloria han renacido los pueblos de la tierra.
Preguntas para reflexionar
¿Qué significa para ti que María esté en el cielo?
¿Cómo puedes valorar más el don de la maternidad?
¿Cuándo fue la última vez que oraste por tu mamá?
Oración
Señor, pedimos que, así como llevaste a María, tu madre, al cielo, así también nos lleves a nosotros a gozar plenamente de ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Artículo publicado originalmente en Liturgia y Canción. © 2013 OCP. Derechos reservados.
Miguel Arias (1971–2012) fue administrador de la división editorial de Liturgy Training Publications (LTP) e impulsor de productos en español en Loyola Press. Fue autor de las reflexiones en Palabra, Vida y Fe, publicado por OCP. Obtuvo su maestría en estudios pastorales en Catholic Theological Union e impartió cursos en el Tepeyac Institute, el Cultural Institute of Leadership y el Hispanic Institute of Liturgy. Vivió en Chicago, donde dicot clases de catecismo para adultos en la parroquia de San Francisco.