La espera y la llegada
Algunas personas esperan pacientemente; otras esperan con diversos niveles de ansiedad. Esperamos que la gente llegue, que se desarrollen los acontecimientos, que suene el teléfono, que llegue el fin de semana, que ocurran todo tipo de cosas en la vida. Todos esperamos; no sólo es parte de la vida misma, sino que esperar es parte de todo lo que esperamos. Esperar es anticipar el acontecimiento en sí, entrar en lo que aún tiene que suceder con ciertos niveles de asombro y curiosidad, con la sensación de que vale la pena esperar. El acontecimiento ya es parte de nuestra conciencia antes de que se realice en el tiempo y el lugar.
El tiempo litúrgico de Adviento es un tiempo de espera, una espera espiritual en el tiempo que toma para entenderlo y en el corazón que acepta su maravilla. Como toda espera, es una experiencia activa; es más que dedicar tiempo. Es entrar conscientemente en las imágenes e historias del Adviento, en su tradición y su mensaje profundo para nuestros días. Es un tiempo de transición: con este tiempo llega un nuevo año litúrgico. Y es un lugar para el habitus: un tiempo para hacer una pausa y contemplar los preparativos necesarios para entrar en el profundo misterio que celebraremos en la fiesta de Navidad. Mas aún, esperamos el Adviento, aunque conocemos el final de la historia; hemos recorrido este camino antes y, sin embargo, cada año renovamos nuevamente las imágenes, volvemos a contar las historias, nos reunimos con los compañeros bíblicos y refrescamos nuestros recuerdos y nuestra aceptación del asombroso don de Dios que se instala entre nosotros, un habitus en nuestro mundo y nuestras vidas.
Hay algo maravilloso en toda la expectativa que consume nuestros pensamientos y energía durante el Adviento, pero eso puede perderse fácilmente si nos apresuramos a través de este tiempo hasta el “momento final” sin descubrir el profundo sentido espiritual de qué y a quién estamos esperando. Adviento viene del latín adventus, que significa “la llegada”. La palabra se refería a la llegada del emperador o el rey cuando hacían una visita oficial a una ciudad o área de su imperio, o regresaban a casa de una batalla victoriosa y eran recibidos por los ciudadanos con banquetes y exaltación. Llegaremos a la fiesta de Navidad, pero ¿estaremos preparados para qué y quién nos espera allí?
El ambiente como texto
La liturgia de la Iglesia se compone de muchos textos: las palabras habladas de la oración y de la Escritura; los textos cantados de los salmos, las aclamaciones y los himnos; las palabras de las homilías y las intercesiones. El ambiente litúrgico, con sus colores y símbolos, es también uno de estos textos. Todos sirven y enriquecen el culto de toda la asamblea cuando la Iglesia se reúne.
Durante el tiempo de Adviento, el ambiente litúrgico no necesita ser elaborado, pero sí diseñado con cuidado, teniendo en cuenta el enfoque subyacente de la temporada. El color tradicional es el violeta o púrpura (IGMR 346d); la naturaleza penitencial del Adviento es más tenue que la de la Cuaresma, y está matizada por la alegre expectativa de la fiesta de Navidad, que se refleja tan vívidamente en la alegría de María que corre a decirle a su prima Isabel que está embarazada.
La corona de Adviento
La corona de Adviento, aunque no es un símbolo litúrgico, se suma al contexto litúrgico y ayuda a marcar el recorrido a través de la temporada hasta la inminente plenitud del nacimiento de la Luz del mundo.
Una hermosa corona de ramas de hojas perennes (las naturales son las mejores) con cuatro velas (generalmente tres violetas y una rosa, aunque se aceptan cuatro violetas), acentuada con ramas adicionales o ramitas de abedul blanco, eucalipto, cedro de incienso, flores secas de hortensia y bayas de invierno, le da un toque festivo y la convierte en una atractiva obra de arte. Debe estar a escala del espacio y no opacar los principales elementos litúrgicos. Los elementos decorativos de la corona se pueden renovar y reemplazar al final del Adviento con cintas y otros elementos que la conviertan en una corona navideña.
El ambiente litúrgico debe ayudar a conectar los dos segmentos de la temporada (Adviento/Navidad) e incluso su ubicación puede ayudar a lograr ese objetivo. Si es posible, reubique la corona de Adviento al lado del pesebre, ya que el encendido de las cuatro velas nos acercará cada vez más a la luz gloriosa tan esperada que es Cristo el Señor.
Otra forma de preparar el espacio litúrgico para el Adviento es el uso de telas. Se pueden usar guirnaldas de tela con colores que complementen el violeta del Adviento en las puertas exteriores e interiores: anuncian la temporada cuando la gente entra y la recuerdan cuando salen. No es necesario que todos los elementos decorativos estén en el presbiterio; de hecho, es mejor que los arreglos elaborados para cualquier temporada no invadan el espacio ritual ni oscurezcan el mobiliario litúrgico principal.
El ambiente navideño
Este último principio es especialmente importante en el ambiente navideño. Existe una gran tentación de colocar extravagantes arreglos de árboles y flores en el santuario, ¡una tentación que en muchas Iglesias gana! Los arreglos navideños que convierten el santuario en un pequeño bosque o en un lugar que se asemeja a una atracción de centro comercial son inapropiados. El altar, el ambón, la silla, el tabernáculo (si está ubicado en el santuario) y la cruz nunca son meros telones de fondo o elementos incidentales en el ambiente litúrgico. Las decoraciones de temporada están para servir y realzar el espacio litúrgico, no para dominarlo. La mayoría de las iglesias tienen muchos lugares, como esquinas, áreas de reunión, espacios comunes y entradas, que pueden servir como ubicación para elementos decorativos de temporada y pueden ayudar a que todo el espacio sea el texto de la temporada respectiva.
El pesebre
El pesebre no es un elemento litúrgico ni un lugar de culto, sino un lugar de devoción, aunque sea uno de los más antiguos en nuestras iglesias y en nuestros hogares. No debe colocarse en el presbiterio, y ciertamente no debajo o delante del altar o del ambón. Puede ubicarse en un lugar de honor, pero alejado del presbiterio; tal vez en el área de reunión, en un costado o área del santuario donde sea accesible, especialmente para los niños que quieran acercarse. Como se señaló anteriormente, se puede colocar una nueva corona de Adviento cerca o suspendida sobre el lugar del pesebre.
En la festividad de la Epifanía es costumbre añadir las figuras de los Reyes Magos al pesebre. Añadir objetos que representen los regalos de los Reyes Magos, o incluso pedir a los niños que coloquen allí un pequeño obsequio, también puede evocar el interés por esta devoción.
El color litúrgico de Navidad es el blanco. Una vez más, la unidad de la temporada de Adviento y Navidad se puede enfatizar colocando tapices de tela navideños en los mismos lugares que los de Adviento. Mejor aún, diseñe estas piezas de manera que sirvan para ambas fases de esta temporada: para Navidad, agregue bordes, superposiciones, cordones, cintas, etc., a la pieza de tela base. Una planificación y selección cuidadosa de colores y franjas de tela pueden hacer que este sea un enfoque económico y un elemento apropiado en el entorno litúrgico.
Bendiciones
El Libro de Bendiciones contiene una bendición para la corona de Adviento, un árbol de Navidad y un belén. Estas bendiciones se pueden utilizar en la liturgia del domingo, preferiblemente antes o después, y no como sustituto de ninguna parte de la misa.
En nuestra parroquia, después de la Misa del cuarto domingo de Adviento, se bendicen grandes cestas llenas de paquetitos de paja. Luego, se invita a los niños a reunirse en torno al pesebre (aún sin figuras) y llevarse a casa un paquetito de paja para su propio pesebre.
El tiempo de Adviento/Navidad pronto da paso al segmento invernal del Tiempo Ordinario. Recuerde que el ambiente litúrgico es parte de todo el texto litúrgico; así como la música, las lecturas de la Escritura y las oraciones propias se dejan de lado hasta el próximo año, también el ambiente de Adviento/Navidad debe ser eliminado. El acto y el espacio litúrgicos hablan de la unidad y el desarrollo del año litúrgico y nos ayudan a participar en nuestro propio camino espiritual. Cuando escuchamos el llamado del Señor a los discípulos, después de la fiesta de su bautismo, estamos listos para pasar a otro tiempo y lugar.
El padre J. Philip Horrigan es sacerdote de la Arquidiócesis de Kingston, Ontario, Canadá. Vive y trabaja en Chicago como consultor independiente de diseño litúrgico y profesor adjunto en la Unión Teológica Católica. Mantiene varios proyectos de consultoría en Canadá y los EE. UU. y es un presentador frecuente en conferencias y talleres sobre diseño litúrgico, construcción y renovación de iglesias y la relación entre el ritual litúrgico y el espacio litúrgico.
Publicado originalmente en Today’s Liturgy© 2011 OCP. Todos los derechos reservados.