Es el día martes y ya son casi las siete de la noche. Busco un lugar tranquilo en la casa, conectamos la tableta abriendo la aplicación de Zoom y poco a poco comienzan a conectarse los miembros del coro de la Misa en inglés de la parroquia. Unos rostros muy alegres comienzan a aparecer en la pantalla y comenzamos nuestra reunión virtual semanal con una oración, orando por cada una nosotros, por nuestros familiares y tal vez por alguna persona de nuestras familias o círculo de amistades que ha perdido a un ser querido a consecuencia de esta pandemia del coronavirus. La cuarentena detuvo de un día a otro todas nuestras actividades y ministerios, desafiándonos a ser Iglesia de una manera diferente. Muchas veces escuchamos que la Iglesia más que el edificio, es la comunidad; y ahora lo estamos viviendo.
En su Exhortación Apostólica La Alegría del Evangelio, el Papa Francisco dice: “No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva y nuestros templos... y que hace falta pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera”. (E.G. no.25) Y obviamente, con nuestros templos cerrados y tener que enfrentar la posibilidad de muchas restricciones en un futuro inmediato cuando comiencen a abrirse poco a poco las iglesias, se nos presenta el desafío de adaptarnos y ser Iglesia de una manera diferente.
Continuamos con nuestra reunión virtual del coro y luego de la oración y saludo, cada uno comparte por un par de minutos algo que está pasando en sus familias y en sus vidas. Esta nueva práctica nos ha dado la oportunidad de conocernos más profundamente, cosa que no pasaba antes en los ensayos del coro. Después de compartir, pido a todos que apaguen sus micrófonos y entonces sacando la guitarra, yo dirijo dos o tres cantos y cada uno de ellos canta desde sus casas. La razón de apagar los micrófonos es que el sistema de Zoom no permite a todos cantar al mismo tiempo porque hay un retraso en la señal, entonces funciona mucho mejor hablando una sola persona a la vez.
Las herramientas de tecnología como las llamadas a través de aplicaciones como WhatsApp o Facebook Messenger y la reuniones virtuales a través de aplicaciones como Zoom u otras similares, nos han dado la posibilidad de seguir reuniéndonos en comunidad de una manera virtual.
Luego de casi media hora de estar reunidos, le recuerdo a los miembros del coro que nos quedan 10 minutos y si alguien quiere añadir algo más. Luego hacemos una breve oración final, nos comprometemos a orar unos por otros y recordamos las diferentes actividades que tiene la parroquia programada para la semana, eventos que se transmitirán por livestream en Facebook y/o YouTube. Nota: Para los que usan Zoom gratuitamente, hay un límite de 40 minutos y si compra el plan básico con una cuota mensual, puede tener reuniones de tiempo ilimitado.
Luego de 15 minutos de descanso y tomarme un té con limón y miel, comienzo una segunda reunión por Zoom para conectarme con el coro de la Misa en español. La primera reunión la hicimos dos semanas después de que comenzó la cuarentena y durante esta primera reunión, usualmente muchos están aprendiendo a usar la tecnología y tienen algunas dificultades para conectarse, o se conectan pero no se escucha el audio, o bien, tienen el micrófono apagado. Poco a poco, vamos aprendiendo y ya para la segunda o tercera reunión ya todos saben lo que se debe hacer y ya se sienten más cómodos usando esta tecnología.
El Papa Francisco escribió también en su exhortación apostólica, que aunque ciertamente la parroquia no es la única institución evangelizadora, si es capaz de reformarse y adaptarse continuamente, seguirá siendo “la misma iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas”. Esto supone que realmente esté en contacto con hogares y con la vida del pueblo, y no se convierta en una prolija estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran así mismos. (EG, no. 28)
La situación desafiante que estamos viviendo con la pandemia y las directivas de los gobernantes de que las iglesias estén cerradas nos presenta una crisis, pero al mismo tiempo es una gran oportunidad de salir de la rutina que vivíamos y nos permite también, acercarnos más a la gente y formar una parroquia compuesta de una comunidad de comunidades.
En la parroquia de San Patricio, donde tengo la bendición de servir, nuestro párroco, el Padre James Ruggieri, ya llevaba un tiempo trabajando con ese estilo de formar comunidades y fomentar el liderazgo. Al comenzar la cuarentena, nuestro párroco comenzó inmediatamente a transmitir las misas por internet haciendo dos misas diarias, una en inglés y otra en español, junto con el diácono que le ayudaba con las transmisiones. Previamente solo transmitíamos la misa dominical. La segunda semana yo me integré al equipo ofreciéndome a acompañarlos con la música.
Poco a poco, Los diferentes ministerios también comenzaron a hacer lo mismo. El grupo de Emaús comenzó haciendo reuniones por Zoom, luego de un par de semanas de interrupción, el grupo de oración volvió a reunirse los viernes aunque con sólo cuatro o cinco personas y transmitiendo por livestream. También el grupo de jóvenes y los grupos de jóvenes adultos en inglés y español comenzaron a transmitir sesiones de alabanzas y oraciones y a hacer reuniones virtuales entre sus miembros. También comenzamos a hacer una Hora Santa con rezo del Rosario todos los sábados a las siete ofreciendo a los feligreses más oportunidades para orar y sentirse conectados a través de los chats.
Una nota curiosa que observamos es que la Misa diaria, a la cual asistía un número relativamente pequeño se multiplicó cuatro o cinco veces en asistencia al transmitirse por internet. Lo mismo ocurrió con el grupo de oración, ya que se multiplicó 10 veces más en cantidad de personas que se conectaban a la transmisión del livestream, pasando de 100 a más de mil personas.
En este proceso al comienzo todos hemos cometido algunos errores, pero poco a poco hemos ido aprendiendo cómo usar la tecnología de una manera cada vez más eficiente. Por ejemplo, con la Misa comenzamos transmitiendo solamente con un trípode y un teléfono, luego añadimos un micrófono digital de mejor calidad y después comenzamos a transmitir con dos cámaras, transmitiendo simultaneamente en YouTube y en Facebook. Esto fue muy útil durante Semana Santa, cuando a veces una de las dos plataformas fallaba. Después comenzamos a transmitir la Misa dominical con tres cámaras incorporando las oraciones y estribillos de los cantos tratando de darle a nuestros fieles una oportunidad de sentirse conectados y cerca de su parroquia y comunidad.
En el caso de mi familia, pues somos parte de una familia de músicos y evangelizadores, comenzamos a hacer sesiones de alabanza y oración desde nuestra casa los martes y los jueves a las seis de la tarde, ofreciendo a nuestros seguidores la oportunidad de orar junto con nosotros y también de sugerirnos cantos para nuestros futuros momentos de oración.
Realmente este tiempo de cuarentena que es muy difícil para muchos, en nuestro caso nos ha dado la oportunidad de compartir más de cerca en familia, orar más y poder vivir nuestro discípulado misionero de una manera más intensa, tratando de ayudar a otros a acercarse a Jesús. Si han estado hasta este momento como espectador esperando que esto pase sin involucrarse mucho, los invito y desafío a que comience a hacer comunidad en su ministerio y que se conecten con su parroquia participando un poco más. Este es un momento en el que estamos desafiados a vivir nuestra Fe como discípulos misioneros comprometidos y a crecer en nuestro Liderazgo pastoral.